Este viernes 25 de setiembre se cumple un nuevo aniversario del infame asesinato del compañero José Ignacio Rucci, quien sin ninguna duda fue para el General Perón un “hijo del corazón”, además de haber sido uno de los mejores y más leales soldados que tuvo el Movimiento Justicialista.
Asumió la conducción nacional de la CGT en un momento en el que se decidía el retorno del General a nuestra patria, en medio de las intrigas y maniobras que el gobierno militar de entonces intentaba por todos los medios para impedir el retorno de Perón a la patria.
En esos años José Ignacio Rucci mostró una lealtad y un comportamiento político intachables, constituyéndose en la voz y la acción del General en medio de los escarceos políticos y sindicales. Fue la lealtad hecha persona, como ninguno otro en la historia.
Mostrando una fidelidad y honestidad ejemplares, cumplió siempre con los pedidos y directivas del General en forma cabal, aportando lo mejor de sí, pero totalmente alejado de la obsecuencia y el servilismo.
En el ámbito sindical supo mantener firme las banderas y el ideario justicialistas, en medio de los ataques que le destinaron las fuerzas de la izquierda infantil y, en última instancia antinacional, al servicio de los peores designios, muchas veces inconfesables: una izquierda que criticaba de palabra al capitalismo, pero en los hechos se constituía en ariete de las fuerzas de la contrarrevolución contra el ideario revolucionario del Justicialismo.
Su lealtad sin límites al General Perón y al proyecto de liberación nacional impulsado lo llevó a firmar el famoso Pacto Social de 1973, en nombre y representación de la Confederación General del Trabajo, siendo totalmente consciente que esa firma pasaba a ser su sentencia de muerte, como han dado a conocer quienes estuvieron presentes en esa ocasión. Como hombre al servicio de una Causa, a imitación del General Perón, no dudó en afrontar el destino que le esperaba.
En ese martes 25 de setiembre de 1973 José Ignacio Rucci llegó al final de su tránsito terrenal, pero su lealtad y su compromiso no cayeron en el olvido, porque siguen brillando en el Cielo donde hoy habita para iluminar el camino hacia la liberación nacional y para darnos fuerza y energía en momentos de cansancio, desánimo o frustración.
La sangre que se derramó en su muerte cruel no se perdió en la acera donde cayó, sino que es semilla de la que siguen brotando argentinos dispuestos a ser patriotas, a imagen y semejanza suya.
Juan Domingo Perón es el que inicia y perfecciona nuestra fe en una Patria justa, libre y soberana en la que el Pueblo pueda ser feliz. José Ignacio Rucci es el puente que nos pone en comunión con el General y su legado que estamos llamados a hacer realidad, de una vez para siempre.
En los últimos días unos legisladores impresentables de la provincia de Buenos Aires mostraron la soberbia y la mezquindad que caracterizan a los arribistas y mercenarios, negándose a rendir el homenaje que José Ignacio Rucci se merece. Como son antiperonistas disfrazados de “nacionales y populares”, personajes sin fe ni valores, creyeron que iban a tapar el cielo con las manos. Pero ciegos de espíritu, se olvidaron que la estrella del compañero mártir brilla para toda la eternidad en el firmamento de nuestra Patria, al lado de nuestro querido general Juan Domingo Perón y de Eva Perón, la santa abanderada de los humildes, mientras que sus tristes existencias se arrastran por el barro de la ingratitud y la miseria. Ni merecen ser nombrados, porque la moneda con la que los pueblos pagan a los mediocres y soberbios es el desprecio, la indiferencia y el olvido: se creen “revolucionarios”, y son peores que los antiperonistas del '55 y del '76.
En este día decimos: gracias, compañero José Ignacio Rucci, por su ejemplo inmortal. Y damos gracias a Dios porque nos dio la gracia de tener de guía y estrella a este gran hombre imposible de igualar en su patriotismo, en su amor y en su ofrenda al servicio de la Patria.
por: Juan Carlos Vacarezza – José Arturo Quarracino