Mientras la pandemia va dejando espacio a temas menos urgentes pero igual de importantes en la gestión del Estado, el déficit en las acciones de gobierno comienza a aparecer.
Luego de meses, la actividad de gobierno se normaliza y con el fin del aislamiento no habrá excusas para reponer las tareas que se vieron interrumpidas por la pandemia.
Pero al igual que aquellas que se suspendieron, las obras que avanzaron en todo este proceso también quedarán en evidencia y serán el fundamento de apoyo o rechazo popular.
La nueva normalidad, como ya se pudo ver, incluye un retorno al movimiento masivo de los vecinos de esta querida ciudad, siempre deficitaria en temas que hacen al ordenamiento urbano.
Vamos a seguir insistiendo en este ocurrente espacio con un tema que no por reiterado pierde su capacidad de sorprender: nuestras bicisendas.
Elementos urbanos imprescindibles en toda ciudad moderna y que se precie de sustentable y amigable con el medio ambiente, las bicisendas son un punto de referencia para los visitantes y, al mismo tiempo, una herramienta para la organización del tránsito local.
Escenarios de postales y fuente inspiradora para lucir diseños arquitectónicos de categoría, las bicisendas son, en otros lugares, cosa seria. Al ritmo de la bici se pueden conocer lugares, paisajes, gente, pero también se pueden realizar trámites sin demoras, ahorrar en combustible y promover la salud de la población, entre muchos otros beneficios.
Hasta hace unos años, Salta se caracterizaba por la cantidad de usuarios de este medio de transporte que con el tiempo fue perdiendo terreno ante el avance motorizado. Mientras esto ocurría, las grandes ciudades europeas, por poner un ejemplo, promocionaban el uso de las bicicletas y ponían en funcionamiento toda una reorganización urbana con este objetivo. Hoy los resultados están a la vista con confiables entramados de ciclovías que son utilizados diariamente por miles de personas, turistas o locales, en los centros urbanos más importantes de Europa.
Pero la realidad local, como suele ocurrir, nos muestra toda su carga de desaliento. Hoy en Salta no podríamos hablar de ciclovías cuando no pudimos avanzar ni siquiera con las bicisendas. Nadie sabe en qué estado se encuentra el proyecto. ¿Qué pasará con las que quedaron destruidas después de la primera tormenta? ¿Habrá una reformulación del plan? ¿Seguirán avanzado con la demarcación del pavimento como único plan de obra?
La única construcción dominante en las bicisendas parecen ser los estacionamientos sobre plataformas en calle Belgrano. Pero lamentablemente se puede ver que se trata de infraestructura ociosa, ya que las dársenas no son ocupadas por los pocos ciclistas que se animan a circular por la zona. Habrá que fomentar el retorno a la bici y esperar resultados, pero es evidente que esto no será posible con el plan que hasta aquí se viene aplicando.
La idea de crear un cuerpo de Preventores Urbanos para respaldar el ordenamiento en la zona céntrica puede contribuir a un plan integral, pero tampoco es seguro si las nuevas figuras de control terminarán siendo inspectores de tránsito montados en bicicletas.
Insistimos: es una buena idea, pero está muy mal ejecutada y el descontento popular va en aumento. Las autoridades de la ciudad deberán poner la mirada en los errores que hasta aquí quedaron disimulados por el aislamiento sanitario.
El riesgo será entonces que la gente comience a percibir que en la ciudad de Salta, el ordenamiento no ordena; lo sustentable no sustenta; el saneamiento no sanea; la protección ambiental no protege y que el estacionamiento no estaciona.