Si tras el escándalo mundial, toda la dirigencia política lo desconoció, incluso dentro de su propio partido, no es ilógico que socialmente los salteños busquen alguna reivindicación ante la vergüenza nacional y también lo desconozcan como ciudadano de esta provincia.
Si: Juan Emilio Ameri, el exdiputado del porno escándalo nacional, no es salteño. Y aunque parezca un consuelo de tontos, es el único argumento que se puede exponer en defensa de la vapuleada salteñidad.
Es necesario aclarar hasta el cansancio, si es preciso, que este impresentable, no solo no es salteño; tampoco lo votaron los salteños. Llegó a ocupar una banca en el Congreso de la Nación Argentina en representación de esta provincia, gracias a la aberrante legitimación de las listas sábanas, las dobles candidaturas, las candidaturas testimoniales y las PASO, entre otras “herramientas políticas”, que no hacen otra cosa que poner de cabeza la voluntad popular en cada elección.
El repudio generalizado de la clase política no alcanza. Tampoco el rechazo de la propia tropa. Antes de haber aceptado la renuncia, la Cámara baja del Congreso tendría que haberlo expulsado y no solo como un tecnicismo parlamentario, sino como una muestra de solidez intelectual. Pero ni siquiera eso.
Es que más allá del escándalo mundial, subyacen cuestiones de integridad en una dirigencia que ha rifado hace rato la pequeña cuota de confianza que le dio la gente. Peligrosamente la clase política se equivoca si piensa que la reiteración de los escándalos no va a erosionar sus estructuras partidarias. En algún momento los partidos políticos van a tener reaccionar en una profunda tarea depuratoria por su propia subsistencia, antes que lo haga la sociedad por puro hartazgo.
De escándalo en escándalo, de banquina en banquina, los políticos vienen sin freno y en bajada, por la ruta de la impunidad. Pero cada uno de sus improperios, cada uno de sus actos impunes, queda como una herida lacerante en la piel de la sociedad. Cada vez se les perdona menos, la condena social es más alta y de este fenómeno no se escapa nadie: jueces, legisladores y funcionarios son medidos con la misma vara de la opinión pública y todos saben que están jugando muy al límite de la tolerancia de la gente.
Es necesario delimitar las responsabilidades hacia arriba ante la reiteración de escándalos de esta naturaleza. A esta altura de los acontecimientos es poco lo que se puede aportar como un hecho noticioso sobre el caso del porno diputado. Se sabe que Sergio Leavy, como presidente del Partido de la Victoria, apalancó la candidatura Ameri en las elecciones de 2017, pese a todas las denuncias de acoso sexual que pesaban en su contra, advertidas por mujeres de la propia línea partidaria.
Antes, el ex gobernador Juan Manuel Urtubey, le otorgó un cargo en la casa de Gobierno al barrabrava de River, que había “viajado a las apuradas” a Salta, tras el asesinato de un integrante de “Los Borrachos del Tablón” en 2007. Hoy se sabe que la ex esposa de Juan Ameri, también cobra un cargo de Agrupamiento Político en la nómina de los senadores nacionales Sergio Leavy y Nora Giménez. Nada parece ser casual, salvo la webcam que estaba encendida al momento de la sesión virtual en Diputados.
Pero de escándalo en escándalo, los políticos salteños no logran colmar la capacidad de asombro de sus comprovincianos. Poco antes del desenfreno sexual del impresentable ex diputado, los medios nacionales habían reflejado otra vergüenza con la gestión y el cobro, por parte del titual del ANSES en Salta y de concejales, del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), destinado a personas gravemente perjudicadas por el efecto económico y laboral de la pandemia .
Y antes de esto último, las tapas de los medios nacionales se deleitaban con la imputación de la Justicia Federal al intendente de Aguaray, Enrique Prado (también del Partido de la Victoria) por el multimillonario robo de caños del gasoducto del NEA.
Estos son solo algunos ejemplos de una clase política decadente y paupérrima, ya no sólo en términos del debate democrático, sino en la pura representación ciudadana, manipulada por los intereses de una dirigencia enferma de impunidad y poder, a la que muy poco le importa el bienestar de la comunidad.
REDACCION: reportedigital.com.ar