Los Uigur son una minoría étnica del noroeste de China que en su mayoría pertenecen a la religión musulmana. En los últimos años han sido noticia porque el regimen comunista ha decidido que era necesario llevar a millones de ellos a campos de reeducación. El término es, por supuesto, un eufemismo.
Encerrar a personas sin una razón verdadera, impedirles la transmisión de sus valores culturales y espirituales es problemático.
Las autoridades han intentado justificar estas acciones señalando que era necesario controlar a los separatistas y los grupos terroristas.
Vigilar y castigar Recientemente un nuevo detalle sobre el control ejercido sobre los Uigur ha salido a la luz.
Una práctica vinculada a uno de los desarrollos tecnológicos más interesantes pero a la vez inquietantes de nuestro tiempo: el análisis del comportamiento humano y la identificación de las emociones.
Según el testimonio de un técnico implicado en la instalación de los sistemas, ya existen cámaras con esta capacidad en las estaciones de policía de la región y se las ha utilizado durante sesiones de interrogatorio.
La IA ha sido entrenada para detectar y analizar cada pequeño cambio en la expresión del rostro, incluso las variaciones que se producen en los poros de la piel. En muchos casos, el comportamiento nervioso, una respuesta lógica ante el interrogatorio, es tomado como un signo de culpabilidad.
El sistema ni siquiera se encuentra en un estado final, los Uigur están siendo utilizados como parte de un experimento.
Las asociación Human Rights Watch ha comprobado la evidencia suministrada por el testigo. El gobierno chino ha negado la existencia de esta práctica.
Otras restricciones La identificación facial no es la única tecnología que se utiliza para controlar a los Uigur, también se les exige dar una muestra de ADN y la descarga de la aplicación móvil del gobierno que recaba la lista de contactos y los mensajes del usuario. No llevar consigo un smartphone con ella es considerado una razón válida para ser detenido.
Además, las puertas de las casas son marcadas con códigos QR para controlar quienes deberían vivir en ellas y quienes no.