La reciente confirmación del directorio del FMI de la continuidad de Kristalina Georgieva al mando del organismo no implica que esté dicha la última palabra sobre el asunto que, entre las consecuencias más salientes, limitó la capacidad de acción de la timonel de la entidad, a la vez que ayudó a desgastar aún más la credibilidad de las instituciones multilaterales, opinan analistas de distinto espectro político.
"La saga de Georgieva revela una verdad turbia sobre las instituciones financieras globales; el Banco Mundial y el FMI son organismos de membresía con accionistas principales que no son independientes de la geopolítica".
Así arranca una columna reciente de periodistas de Bloomberg que resume la impresión pública de lo que quedó del escándalo desatado luego de que un informe de un bufete de Washington DC acusara a Gerogieva, actual titular del FMI, de haber adulterado datos de un informe del Banco Mundial, Doing Business, y favorecer a China cuando ella era la jefa de operaciones de esa entidad en el 2018.
Los informes, pronósticos y clasificaciones de los países "no se entregan en tablas de piedra y siempre han sido propensos a delicadas negociaciones entre las instituciones y los países accionistas", consideron.