Luego de haber recibido el alta del hospital en el que estuvo internado tres días por una bronquitis, el papa Francisco presidió la misa de Ramos desde la Plaza San Pedro en el Vaticano.
Ante más de 60000 fieles de distintas partes del mundo y ayudado ante las dificultades para movilizarse, Francisco se dirigió hasta el obelisco de la plaza para realizar la tradicional bendición de las palmas, luego de la procesión.
En tanto, la misa, que se adelantó, fue celebrada por el cardenal argentino y vicedecano del Colegio Cardenalicio, Leandro Sandri.
Por otra parte, en la homilía que pronunció, su mensaje giró en torno a “los abandonados” y “los invisibles que son descartados”.
“Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Por eso quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad”, apuntó.
“Hoy hay tantos ‘cristos abandonados’. Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas”, alertó.
En esa misma línea, agregó: “Tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor y que no encuentran otro camino que el suicidio”.
“Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados”, continuó al mismo tiempo que indicó que “nadie puede ser marginado, nadie puede ser abandonado a su suerte”.
“Pidamos hoy la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada. Pidamos la gracia de saber ver y reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos: cuidemos de aquellos que han sido dejados solos”, insistió.
Sobre su internación, prácticamente no hizo mención, salvo una sóla frase en la que agradeció los deseos de pronta recuperación: “Les doy las gracias por su participación y también por sus oraciones, que han intensificado en los últimos días. ¡Gracias!”.
Por último, marcó el inicio de la Semana Santa: “los invito a vivirla como nos enseña la tradición del Santo Pueblo Fiel de Dios, es decir, acompañando al Señor Jesús con fe y amor. Aprendamos de nuestra Madre, la Virgen María: ella siguió a su Hijo con la cercanía de su corazón, fue una sola alma con Él y, aun sin comprender, junto a Él se entregó plenamente a la voluntad de Dios Padre. Que la Virgen nos ayude a permanecer cerca de Jesús presente en las personas que sufren, descartadas, abandonadas. A todos, un buen camino hacia la Pascua”.