A 1.200 kilómetros de Buenos Aires, Playas Doradas es uno de los destinos más buscados de la costa patagónica. Arenas claras, con las aguas más templadas de la región, variedad de frutos de mar y playas anchísimas, ofrece paz, relax y naturaleza no solamente en verano.
Playas Doradas es el balneario emergente de mayor pujanza en los últimos años en Río Negro, que con su propuesta de naturaleza y relax busca integrar un corredor turístico con destinos consolidados como Puerto Madryn y Las Grutas, con el impulso que prometen un parque nacional sobre su límite norte y la futura planta de hidrógeno verde al sur.
La villa dista unos 25 kilómetros de la Ruta Nacional 3 y Sierra Grande -municipio al que pertenece- es por la ruta provincial 5, en parte aún de ripio, que culmina en la costanera frente a la amplia franja de playa que se extiende desde el puerto de Punta Colorada hasta la desembocadura del arroyo Salado.
La playa, con una extensión total de 13 kilómetros, continúa tras ese curso de agua que marca el límite con el recientemente creado Parque Nacional Islote Lobos, hasta perderse de la vista junto a Punta Sierra y los primeros promontorios marinos que dan el nombre a la reserva.
El casco urbano, mayormente volcado sobre la avenida costanera, incluye las viviendas de los aproximadamente 350 habitantes estables, además de varios mercados y otros comercios, como bares y restoranes que ofrecen la especialidad del pulpito patagónico, entre otros platos locales y tradicionales.
La pujanza se observa en la gran cantidad de sitios de hospedaje en construcción, además de los complejos de departamentos y cabañas para alquiler que suman unas 2.000 camas turísticas, entre ellos la Posada de la Luna, el primer edificio de este tipo del lugar, que se destaca en un promontorio sobre la playa con su diseño en forma de barco.