Con el anticipo de un año intenso y la variante de desafíos incalculables para este 2021, retomamos este espacio de opinión y polémica para analizar y comentar las cosas de la política nuestra de cada día. Advertimos que será interesante y hasta divertido ver a los representantes de nuestra clase política reinventarse en tiempos de pandemia (ahora les toca a ellos) y tratar de mantener sus espacios de poder en las elecciones que ya fueron anticipadas para el 4 de julio, fecha simbólica si las hay.
Sin entrar en el terreno de las reflexiones extranjerizantes y evitando el círculo de los “agoreros del desánimo” y los “profetas del desencuentro”, como poetizaron algunos que supieron reinventarse y aparecer como redentores tras el gobierno anterior, hoy vamos a insistir con la gestión municipal.
No es que seamos obstinados, ni estemos empecinados con la intendenta Bettina Romero, pero es cautivante analizar su gestión y proyección como una de las pocas mujeres que llegó a un cargo ejecutivo en la provincia y además como representante –tal vez la última- de la dinastía política de los Romero.
Salvando los inconvenientes que atravesaron a todos los sectores durante la pandemia, es justo advertir que las gestiones de gobierno, en todos los niveles, también tuvieron y tienen serios problemas, sobre todo de financiamiento. La municipalidad de la ciudad de Salta no es la excepción, pero el malestar de los vecinos capitalinos toma especial relevancia en un año de elecciones, siendo el distrito de mayor peso electoral en la provincia. Esto no es desconocido para la intendenta, aunque Bettina parece haber perdido la visión periférica en estas cuestiones.
Joven, de fuerte carácter, bella e inteligente, pero con un defecto devastador para todo político, Bettina hace ostentación de la soberbia y eso es un arma de doble filo.
La tarea natural de un intendente no puede ser nunca su carta de presentación, ni tampoco ser el único patrimonio de su acción política. Es decir que las tareas de descacharrado, junto con la limpieza de canales, no pueden constituir el único logro de una gestión municipal, ya que esa tarea es la que naturalmente le compete al gobierno de la comuna, más allá de cualquier pandemia.
Hoy Salta es un desbande de calles intransitables por las roturas de pavimento, que peligrosamente se combinan con un tránsito de caos inmanejable. Los agentes ya no controlan y toda su tarea parece estar resumida en la boleta para los infractores y el papelito recaudador, pero nunca en un trabajo preventivo y de ordenamiento. La figura de los preventores municipales cayó en la bolsa de “las buenas ideas, con pésima ejecución” de la que ya hablamos anteriormente.
El trabajo de pavimentación de las calles solo se concreta en los anuncios y la ausencia de mantenimiento ha dejado lugar a los baches que proliferan y se reproducen sin misericordia para todos los vehículos, cuyos dueños ya empezaron a pagar el 30 por ciento de aumento impositivo. Lo mismo para el alumbrado, la limpieza y toda tasa municipal que supone una contraprestación de servicios.
Las ciclovías, el mantenimiento del arbolado, los trabajos ambientales y el tratamiento de los residuos, entre otros, en los que hubo muestras e intenciones de aplicar verdaderas políticas de Estado, hoy están en la misma bolsa de las buenas ideas.
Pero hay factores que van más allá del día a día en la gestión y que dejan flancos abiertos, fácilmente utilizables para quien pretenda opacar la figura de cualquier mandatario. Estos flancos se abrieron dentro de la misma municipalidad y los caranchos de la política, con complejos de inmortalidad, nunca duermen.
El regalo de fin de año del exintendente Miguel Issa para todos los empleados municipales parece estar haciendo efecto un mes después y aunque sin tanta categoría, los vinos de la bodega Peña Veyrat Durbex que regaló el ex jefe comunal están provocando cierto desequilibrio. No se sabe si Bettina recibió el regalo que apreció en todos los escritorios del CCM el 21 de diciembre pasado con una tarjeta, la firma de Isa y el mensaje inquietante de “Pronto estaré con ustedes”.
De más está decir que la jugarreta tuvo el aporte vinícola de la firma La Punilla, la marca del vino regalado que tiene como dueño a Mario Ernesto Peña, propietario de FM Aries y enemigo declarado de la intendenta Bettina Romero, quien lo acusó ante el INADI por su extralimitaciones sexistas.
De esta manera Isa, intendente de Salta entre 2003 a 2015, se declara ahora abierta y públicamente como un mercenario buscapié de la política e intenta retomar posiciones.
La jugarreta quedó como una chiquilinada, pero no pasó desapercibida y aunque lejos estuvo de un mensaje mesiánico, hoy se puede advertir un efecto multiplicador de ese vino que parece provocar algún desequilibrio en el carácter de Bettina Romero. La intendenta deberá dar algún golpe de timón antes que el agua le llegue al cuello.
Editorial REPORTE DIGITAL